Sí, tú también puedes tener buena cara sin recurrir a los filtros del celular. En este post te diré como lograrlo.
Si cada vez que te miras en el espejo te atormentas preguntándote por qué tienes tan mala cara, tranquila: ¡hay solución! Para empezar, quizá no estás utilizando los cosméticos que necesitas. Busca marcas que te ofrezcan garantías (las más conocidas son las que más dinero dedican a la investigación) y elige las líneas que mejor se adapten a tu tipo de piel (seca, mixta o grasa; veinteañera o de más de 30 años; con manchas o rojeces…) Además, puedes poner en práctica estos buenos hábitos.
¡Duerme!
Vale, suena atópico pero resulta que es verdad. Si duermes menos de 8 horas, al día siguiente tu piel estará apagada y con las líneas de expresión más marcadas. Quizá deberías renunciar a la última copa y retirarte un poco antes…
Limpia la piel (de verdad)
Otro consejo que habrás escuchado mil veces es que debes limpiar la piel a fondo. Y seguro que ahora mismo estás diciendo para tus adentros que sí, que eso lo llevas a rajatabla. ¿En serio? Pues has de saber que las toallitas sólo valen para situaciones excepcionales (como viajes); que hay que limpiar la piel no sólo por la mañana, sino también por la noche, y que el desmaquillante no es suficiente (luego tienes que aplicarte un tónico).
El refrigerador, tu mejor aliado
Deja una balda libre en el refrigerador para almacenar tus cosméticos. ¡Como lo lees! Por ejemplo, si el contorno de ojos está muy frío te aliviará las ojeras al instante. Y lo mismo ocurre con las mascarillas: es un gustazo aplicarlas en versión fría.
Masajea
Las coreanas y las japonesas lo saben bien: los masajes faciales ¡funcionan! Favorecen la circulación, contribuyen a calmar la piel y recuperar su luminosidad, tonifican los músculos faciales y aportan firmeza al rostro… ¡en tan solo 30 segundos! El truco está en hacer movimientos circulares ascendentes con las yemas de los dedos, del centro de la cara hacia el exterior, con un masaje suave que active la piel, pero que evite su enrojecimiento, utilizando aceite o tónico para suavizar el rostro y cerrar los poros dilatados. Pon en práctica este ritual una vez al día.
Elige una buena base
Si hay un producto de maquillaje del que no puedes prescindir es la base , ese es el fondo. Una vez que encuentres el tuya, no podrás vivir sin ella. Requisitos fundamentales: que no deje efecto máscara, usar un tono idéntico al de tu rostro, que se extienda fácilmente y que permita que el cutis respire. En resumen, lo que necesitas es algo así como una segunda piel.
Rízate las pestañas
Haz la prueba. Ponte delante del espejo y riza las pestañas de un solo ojo. Ahora compara con el otro. ¿Notas la diferencia? ¿Verdad que parece más abierto? Pues eso.